Fui duda vestida de anhelo,
temblor en la orilla del sí,
cuando un alma me ofreció el cielo
y yo pensé: no es para mí.
Desvié la mirada del cielo,
pensando que era ajeno a mí,
y por miedo a rozar ese vuelo,
elegí no volar, y me perdí.
Elegí no al que encendía mi cielo,
sino al que creí me alcanzaba,
no por amor ni por desvelo,
sino porque mi fe se arrastraba.
Vivimos dos cuerpos cansados,
atados por lo que dirán,
él dormía a mi lado,
yo pensaba en huir sin afán.
Con el tiempo me perdí
en lo que no sanaba nada,
y aunque seguía, descubrí
que mi alma estaba cansada.
Cuando al fin rompí las cadenas
que ataban mi alma sin amor,
me quedé sola entre las penas,
buscando en el silencio valor.
Después de un largo desvelo,
donde el alma anduvo rota,
empezó a arder un deseo
que se esconde tras mi ropa.
Quizá no será mi destino,
quizá solo esté de paso,
pero tenerlo, aunque sea vecino
al latido de mi abrazo.
Y si acaso un día me nombra
sin saber por qué razón,
será la vida, no la sombra,
quien le cuente mi canción.
Yasuara Melgara