Sin ser arqueólogo percibí en tu mirada otroras pensamientos que te llenaban de dudas y lágrimas.
Cuán equivocada estabas, no percataste ser mi tesoro preciado, aquel que buscaba con tanta firmeza, y lo encontré.
En tus miedos, tristeza e incertidumbre marcabas el camino de esperanza, seguridad y alegría de mi destino.
Hoy agradezco aquel o aquellos que te marcaron, pues son ellos responsables de bruñir aquella presea que describe el título.