Carlos Eduardo

AIRE

 

Todo comenzó así,

una brisa suave de palabras

tiernas, dulces, melodiosas,

rozando apenas;

 

el viento traía otras melodías

hojas, lluvias, arcoíris,

tu pelo desordenado,

cantos de lugares remotos

en lenguas desconocidas;

 

tornados llenos de oraciones

arreciaron, 

se confundían unas a otras,

el verbo hecho remolinos diluvianos;

 

que aquí, que allá, que esto y lo otro

y tu cabello revuelto,

las manos dibujando sueños imposibles,

nieve subiendo en las espirales 

de los versos cándidos, feroces, rústicos,

cultos, farragosos, lumínicos;

 

en la mar del alma,

trombas filosóficas,

tormentas de amor,

historias engañosas,

antiguas y modernas;

 

un huracán con rayos, relámpagos, truenos

azotó la mente,

ella volaba,

LSD, Ahuayasca, magia psicodélica,

un viaje donde la alegría de vivir estalla,

imágenes de universos alucinantes;

 

caída en el infierno

afilados términos, sucios, pútridos, podridos,

malolientes, discursivos, políticamente correctos,

disparos a niños en escuelas,

ruidos de auxilio, terror, tragedia,

metrallas, sirenas, carreras;

 

Y el cielo desierto, silencioso, impoluto

sin nadie ni nada