Te amé sin saber tu nombre,
como se ama al rumor del mediodía,
al trazo que aún no es tinta,
a la música encerrada en la partitura.
Fuiste bosque antes del árbol,
latido antes del pecho,
verso sin verbo,
presencia sin pronombre.
Había en mí un espacio que temblaba
cuando el mundo callaba lo que eras.
Y yo, sin letras,
ya leía en tu sombra el idioma del fuego.
Ahora que el tiempo te escribe,
que las sílabas te rozan la piel,
no es menos cierto
que fuiste mía…
antes del abecedario.