La descubrí entre la gente
que abarrotaba aquel bar.
Yo ejercía de indigente
mendigándole al azar
alguna boca indulgente,
así que dije ¡presente!
sin pedigrí que fardar
ni billetera solvente
y con dos copas de más.
Y resolvimos la noche
con la pasión de esos besos
dados a fondo perdido
por las aceras y el coche,
sin preguntas ni recesos
ni más espacio que el nido.
No tenía nombre ni edad,
ni pregunté dónde iba.
Yo, que no tengo lugar,
desde la ele a la erre,
le di las llaves del mar
para que le echara el cierre
al oleaje y al bar.
Pero el reloj del pasado
del futuro no se fía
cuando su tren se ha parado.
Y fuimos dos pasajeros,
cada uno por su vía.
Y colorín, colorado,
dejé de quererla el día
que me escribió los te \'kieros\'
con falsas de ortografía.