Antonio Miguel Reyes

Madrigal. Lo que tú eras

Madrigal. Lo que tú eras

Te vi cruzar el humo,
volando entre relojes desvelados.
La brújula del pecho
giraba en espirales sin cuidados.
Tu nombre era una estrella
que sangra entre los trenes apagados.
Yo era un cristal sin nadie,
un mapa sin ciudades ni detalle.

Bebías del abismo
con labios de cartílago y tormenta.
Yo era una flor sin ritmo,
una raíz que canta y se reinventa.
Tus ojos: dos motores.
Mi pulso: una ciudad sin ascensores.

Si el alma se detiene
cuando tu luz asoma por el día,
¿qué sombra me sostiene
si no es tu piel bordada de armonía?
Tu paso entre las rosas
rompe la calma dulce del estío,
y el viento se arrodilla,
y canta el agua clara en su bravío.

Mas cuando tú te alejas,
mi pecho queda en ruinas, sin abrigo;
el mundo no refleja
la flor, la voz, el fuego, ni el
buen trigo.
Y entonces sólo queda
mi soledad, que aún dice
lo que eras.