Cuatro sellos guarda el viento
en la lengua del sin tiempo,
ecos viejos, sin acento,
que al nombrarlos… cae el templo.
No es palabra ni sonido,
es un fuego en espiral,
es principio no nacido,
es el fin... y su umbral.
En las letras que no hablas,
tiembla el cielo sin razón,
el relámpago no habla,
pero lleva su visión.
Un soplo entre las estrellas,
un silencio que arde igual,
su esencia vive en las huellas
del verbo primordial.
Custodiado por los sabios,
olvidado por los necios,
es un nombre entre resabios,
que despierta antiguos precios.
No lo invoques si no sabes
el abismo que sostiene,
pues su eco, entre las llaves,
abre y cierra lo que viene.