Cuando despertás.
Sucede en un chasquido sin ruido:
tus párpados se alzan y el día, sorprendido,
aprieta el botón de reinicio.
La luz se apresura a vestirse de claridad nueva,
los relojes jadean, reajustando su pulso,
y el viento reensaya su coreografía de hojas.
Ese segundo inaugura constelaciones domésticas.
Cada objeto en la habitación recuerda su deber
y se ilumina con vocación de milagro.
Hasta la distancia, por breve instante, se acorta.
Mi pensamiento se sienta, callado,
en la primera fila de tu despertar.
Luego el mundo sigue,
pero ya no es el mismo.
Ha despertado con vos,
con la certeza temprana
de que todo comienza
donde comienza tu mirada.