Escuchaba el latido de aquella casa,
distante… me hacía sentir vida,
entre venas palpitantes,
fui miedo, fui olvido.
Era una mañana en epifanías deslumbrantes,
nada ciega más que la penumbra,
con su brillo redundante,
extraviado entre el rocío y la mansedumbre.
Sentía el frío sopor de aquella sala,
mi corazón en contraste suspiraba,
errante… resultaba todo,
desde mis ruinas, hasta ese eterno instante.