En esta intensa tarde de lluvia lenta,
de hora callada, de soledad monótona,
a solas con la pluma y mi voz profana.
te escribo esta mi melancólica carta.
Las frías gotas evocan viejas penas,
de momentos que flotan en el rincón
más odioso de mi profunda aflicción,
que añora tus risas de dulces escenas.
Afuera, el viento, con mi lamento vivo,
te súplica de ti una palabra nueva
y te insiste en que de ti sigo cautivo.
Te confieso el dolor que mi ser conlleva,
con las lágrimas que en silencio descargo
por tu perdón, y que sufro en esta prueba.
Ahora bebo un cáliz de vino amargo
porque no te amé en el ayer cuando pude,
refugiado en este tedioso letargo.