En lo profundo donde el verde canta,
la tierra sueña, la brisa encanta,
y en cada hoja que el viento levanta
hay una historia que el alma aguanta.
El sol se cuela por ramas dormidas,
y besa flores ya florecidas,
mientras el río, con aguas tendidas,
escribe versos de antiguas vidas.
Canta la brisa, murmura el pino,
el cielo tiñe su azul divino,
y en cada nido, con tierno trino,
la vida escribe su propio destino.
Los animales, sin voz humana,
hablan con ojos, dan fe temprana,
y el colibrí, de alma cercana,
lleva en sus alas la luz temprana.
Naturaleza, madre y señora,
tu amor no muere, ni se evapora.
Aunque el hombre te hiera y te ignora,
tú sigues viva, verde, y cantora.