Franjablanca

Sin cita previa

Llegó a la sala de espera

con un sueño bajo el  brazo,

su ilusión en bandolera

y dando al mundo un portazo.

Sacó un lápiz y un cuaderno

y escribió sin decir nada.

El tiempo se le hizo eterno

mientras pensando esperaba.

Alguien salió a preguntarle

si había concertado cita;

no supo qué contestarle

y leyó con voz contrita

la nota que tenía escrita:

 

Ganarle al verbo perder,

taparle la boca a miedo,

tatuarse un ojo en la piel

para nunca quedar ciego,

desdecirse del silencio

que se calló en su momento

regateándole el precio

a la idea primigenia,

negarle la opción al necio

y vacunarse de abstemia

inoculando reinventos

a la reglada academia.

 

Sírvase en casa o en el bar

vertido en hielo picado.

Agítese antes de usar

y compruebe el resultado.

 

Pero pensó: ¿utopías?,

¿un ojalá, un jamás?,

¿serán ilusiones mias?

Y se fue. Con su quizás.