El gato holgazanea sobre el felpudo rojo.
El estío, tensó en la parra lazos de luz.
Agobiadas aves sobre las ramas
aguardan anhelantes, piadosa brisa del sur.
Todo el lugar huele a rosas y a jazmines.
La hamaca medita al rayo del sol.
Los vientres de las macetas ruegan fresca sinfonía
y el grifo del patio... de sus lágrimas perdió el control.
Mi madre se ha dormido en la mecedora,
la casa, para acunarla, su canto silenció.
La vida, con hebras de sus inviernos,
Le ha tejido en los cabellos, grisáceo mantillón.
Tiene en una mano un trozo de manzana
y el pañuelo en la otra... a punto de caer.
Presiento que se ha ido a buscar a su infancia,
aromas de paraíso y barcos de papel. Ahora,
su memoria es alondra extraviada, y mi nombre,
necesaria letanía, que no logra retener.
Después de contemplarla largo tiempo,
la acaricio con ternura, le doy un beso en la sien...
El pañuelo cae...la manzana también.
Mi madre, su vestido de piel ha olvidado...
Hay un estallido de cristales en mis ojos.
Arrecian los vientos de la vida.
Comenzó a llover.