En sombras desceñidas del abismo,
Dante desciende al reino del castigo,
do el llanto eterno es único testigo
y reina el odio en férreo cataclismo.
Allí, pecado es ley, no hay altruismo,
ni cielo, ni esperanza, ni abrigo;
las almas gimen sin hallar abrigo,
y el fuego danza con fatal cinismo.
Mas su mirada, firme y encendida,
atraviesa el horror sin desviarse,
guiado por la fe que da la vida.
Del caos surge el arte al expresarse,
y en cada verso salva alguna herida:
del mismo infierno pudo levantarse.