La pena que te embarga es mía,
es mío tu dolor, tus ansias de volar
los deseos de aletear en la inmensidad
del encarnado cielo de este triste abril.
Es mío el frío de tu cuerpo
y el chirincho que te produce la lluvia
en la madrugada sórdida,
son míos tus gritos ahogados
por los ladridos guturales
de los perros en la colina,
este silencio sepulcral
enmudece hasta la muerte,
calla a la corriente de límpidas aguas
que escuchas,
que pasan presurosas.
Tus bucles, arrebatados de las sienes
cortados, maltratados
yacen en el piso gris,
inmóviles, mudos, sin vida están.
¿Cuándo se opacó tu sonrisa?
¿En qué momento decidiste
buscar el dolor como alimento de tu ser?
¿Cuándo decidiste dejar de sonreír?