Aquella vez,
cuando no sabíamos nada…
pero lo sentíamos todo.
Cuando una mirada duraba más
que mil conversaciones,
y el mundo era solo tu risa
dibujada en mi memoria.
Aquella vez,
donde no fuimos novios,
pero el alma me decía que eras mía,
aunque el destino dijera lo contrario.
Cuando caminábamos sin rumbo,
pero sabíamos exactamente
a dónde queríamos llegar.
Aquella vez,
cuando cometimos errores
sin querer,
y aún así,
seguimos queriéndonos
como si el amor pudiera
reconstruirse
con cada disculpa callada.
Aquella vez,
cuando tu nombre
era más sagrado que el mío,
y tu felicidad,
mi única religión.
Y aunque el tiempo pasó,
y todo cambió,
aquella vez...
fue la única vez
que sentí
que el cielo
estaba a mi alcance.