Si el hado cruel, en su danza escondida,
me brinda otra vez el fulgor de tu aliento,
y el tiempo, en su sacro y arcano portento,
nos une sin tregua, sin grieta, sin herida,
júrame, amada de albo sortilegio,
que no habrá demoras, ni ausencias heladas,
ni lunas perdidas, ni horas cerradas
al beso que sangra de antiguo privilegio.
Que vendrás temprana, sin velos, sin pena,
como el alba estalla en rosal transparente,
y no como entonces, errante, indolente,
cuando tu tardanza fue mi condena.
Yo, fiel centinela del pálido viento,
te esperé en los mármoles del infinito,
con un ramo herido, con un son bendito
que en mi pecho ardiendo rompía el lamento.
Y tú, tan lejana, tan lenta, tan fría,
dejaste que el mundo me hiciera ceniza,
dejaste que mi alma perdiera su prisa
y el verbo se ahogara en melancolía.
Mas si el universo, con voz sideral,
nos juntará de nuevo bajo otro firmamento,
no dejes al tiempo robar el momento:
júrame, amor mío, que serás puntual.
Y vendrás, júramelo, quebrando la historia,
sin miedo, sin tregua, sin culpas ni excusas,
quemando los siglos, rompiendo las musas,
a hacer de mi espera tu única gloria.