Entre la multitud hay muchos rostros
con delirios de oros,
por la ciudad con diferentes destinos,
y gracias por ser humanos...
Curiosos hábitos,
ver como se exploran con sus ojos,
con deseos frustrados
de no poder intercambiarse entre ellos...
Enloquecidos,
con sus negros pecados cotidianos
aquí no hay santos,
ensimismados como gatas y gallos...
Solitarios anónimos,
que viven con grandes sobresaltos,
todos malditos
con sus miradas a otros esqueletos...