JUSTO ALDÚ

NOSTALGIA DEL INFINITO.

Nací del resplandor no mensurable,

bañado en una luz que no marchita;

mi carne es un tránsito irremplazable,

el ser, un eco azul que no se quita.

La muerte me recita en voz secreta,

mas no profana mi alma de poeta.

 

El cuerpo es un andén que se disuelve,

crisálida de barro y de lamento;

es que algo crece en mí que los conmueve,

camina sin reloj ni firmamento.

Soy carne que se agota en cada giro,

pero algo que no muere sin respiro.

 

He visto en mis visiones el destello

de un mundo sin rumores ni horizonte

y ese cielo inenvejecible y bello

doblega al tiempo, arrodilla a Caronte.

Allí mora el anhelo más sensible,

y la sed de lo más puro e imposible.

 

Mi vida es un olvido que no cierra

en cifras, ni relojes, ni sentencias.

Y dentro de la sangre canto tierra

e ignoro las murallas y apariencias.

Soy más de lo que el polvo me permite,

mi ser es una lámpara que emite.

 

No hay fin: tan solo un velo en lo profundo,

la finitud es máscara del cielo.

Lo eterno no está fuera de este mundo,

palpita en lo sagrado del anhelo.

La carne muere, pero el alma insiste:

lo que no cede es lo que más persiste.

 

JUSTO ALDÚ © Derechos reservados 2025.