Mi queridísima Flaka,
¿Sabes qué? Hay mensajes que se leen, se guardan y se releen.
Y luego están los tuyos. No es que los lea, es que los respiro. Cada palabra, cada signo de puntuación (o su ausencia) es un eco que se expande en esta geografía interior que a veces no entiendo del todo.
Y vos, con esa facilidad pasmosa que tenés, la ponés patas arriba y la volvés a armar, siempre un poco mejor, un poco más luminosa.
No es un simple texto ni una sucesión de caracteres en el frío éter, fue una ráfaga, una irrupción en esta existencia mía, tan dada a la melancolía y a las quimeras.
Es como si una tenue luz se filtrara por las rendijas de mi torreón interior, iluminando esos rincones polvorientos donde guardo mis sueños más absurdos.
No necesita usted hacer nada extraordinario señorita; su mera existencia, su mera presencia, incluso a la distancia, posee una energía que pocos seres parecen irradiar.
Y hoy, especialmente hoy, esa luz parece brillar con una intensidad aún más plena, llenando cada espacio con la quietud y la alegría que solo tú sabes traer.
Uno a veces piensa que la vida es una suma de días, de rutinas, de silencios que se acumulan. Pero entonces, de repente, irrumpe una fecha como hoy, un cumpleaños, y nos recuerda que también es una suma de presencias, de esas que, sin aspavientos, cambian el aire de uno.
No sé si a usted le sucede, pero hay personas que, sin proponérselo, se vuelven imprescindibles, de esas que uno agradece que existan, que respiren en el mismo tiempo, en el mismo universo.
Usted es una de ellas.
m.c.d.r