Volví a tu patio aquel día
que el aire olía a jazmines,
la siesta danzaba mansa
con gorriones saltarines.
No pregunté por tu nombre,
ni por los años que fueron,
pero temblaron tus ojos
cuando me viste de lejos.
Ay, jazmín del patio viejo,
fuiste testigo primero...
Ella trenzaba su risa
con mi silencio de invierno.
Quedó un “te quiero” dormido
en el vaivén de un pañuelo
y ahora despierta en mi pecho
como un latido sin dueño.
Está igual la vieja puerta,
chirriando al sol del silencio,
y en el aire un remolino
juega a inventarnos recuerdos.
No sé si fuiste la sombra,
la flor, el aire o el tiempo...
pero en tu voz me nombraba
la infancia que ya no tengo.