“¿Qué pasó?” Me dijo la psicóloga de la escuela.
Y yo no pude, no supe decir. Mi garganta sola se encadenó. Ni estar con amigos ayudó.
¿Amigos? Ni eso sé si son, compañeros creo que es una mejor comparación. Hablé y hablé aunque mis palabras tenían una historia vacía, los detalles carecían.
Si lo digo, ¿Qué pasaría?
Temo por mi vida.
No la quitarán, no la quitaré.
Ella como antes no volvería.
Mi miedo de ser diferente es lo que renacería.
No le tengo miedo a la terapia, tengo miedo a dejarme sentir.
No sé cómo dejar salir todo lo que por humillación durante años tuve que reprimir.
“Sensible” “Dramática” “Llorona”.
No. No puedo hablar.
Hablar es sentir.
Y por miedo, no quiero sentir.