La jacaranda de tu cabello
se mezcla con gotas sudorosas,
son rastros de apasionado clímax
entre tu piel y la mía, cielo.
Bebí de tu oculto manantial,
saciando hambre arrolladora,
aunque al infierno me condenara,
tras superar la distancia abismal.
Me entregué al ardiente deseo,
que por tus besos me consumía,
y complacerte fue mi obsesión
al que me entregué sin titubeo.
Arrolladora, seductora mía,
consumiste mi mente y mi alma,
y encendiendo mi lujuria,
tornada en mi nueva musa impía.
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Reflexión:
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¿Quién podría advertirme del peligro
sabiendo que no le escucharía?
Que aunque el cielo me condene,
tu cuerpo y el mío se unirán,
sin importar cómo, Jacaranda mía.