Nos vemos siempre al doblar la esquina de lo posible,
pero ninguno cruza la calle.
Vos ajustas el viento con dos dedos,
yo finjo leer un libro vuelto al revés
para que las líneas aprendan de memoria tu figura.
Te pienso en clave de semáforo:
verde cuando apareces, amarillo mientras dudo,
rojo cada vez que decido no avanzar.
Jamás decimos \"te quiero\" porque el verbo
reclama un pasaporte que ninguno se anima a tramitar.
En cambio, intercambiamos estornudos de complicidad,
miradas que se detienen justo antes de ser ventana,
borradores de sonrisa que no pasan al limpio.
Un día tal vez nos toquemos la sombra,
y el mundo se quede sin excusa.
Mientras tanto, te archivo
en la carpeta de \"quizás\",
allí donde las utopías hacen turno
para ser, al menos un rato,
inevitablemente nuestras.