No me gustan los peluches,
no es por su forma ni su color,
es que un día alguien me dio uno
jurando entregarme su amor.
Lo abrazó con manos temblando,
lo dejó en mi pecho, al partir,
y desde entonces, su ausencia
huele a promesa sin cumplir.
Allí quedó, sobre mi cama,
mudo testigo del adiós,
tan suave como su mentira,
tan frío como su voz.