Yo ocupando un espacio
y la noche llenando toda la periferia con eficiencia,
me derrumbo
y duermo, con sueño que pesa,
que duele,
con un abrigo duro que aplasta,
hasta que un atronador ruido me despierta
bruscamente.
Me levanto,
buscando el origen del ruido, algo caído,
algo que explique eso
y nada.
Todo está en silencio otra vez.
Todo está quieto, ni el aire entra a este lugar
y el reloj en silencio, muerto.
Lo reviso
y me doy cuenta se le acabó la batería.
Entonces pienso, quizás fue el reloj,
un último paso agonizante y ya está,
se quedó sin tiempo.
Le pongo una nueva pila y ya está,
a tronar de nuevo
por toda la madrugada.
Y entonces me digo: “ya no estoy solo…”