Sé que hay días en que el amor no alcanza,
en que el mundo se nos viene encima
y ni tú ni yo tenemos ganas de sostenerlo.
Días donde discutimos por tonterías
y el silencio se vuelve un muro.
Pero también sé —con la misma certeza—
que no me imagino mi vida sin ti.
No me imagino despertar sin tu respiración al costado,
sin esa forma tuya de estirar el cuerpo
como si la cama te abrazara primero a ti.
No me imagino el café sin tu desorden,
ni la noche sin tu risa mezclada con mis ganas.
Sé que a veces nos decimos cosas sin querer,
que el amor se nos arruga entre rutinas,
pero tu y yo…
sabemos volver.
Y yo vuelvo. Siempre vuelvo.
Aunque me duela el orgullo,
aunque me cueste el paso.
Porque si no estás, la casa suena hueca,
los días pesan más
y hasta el cielo pierde su color de costumbre.
Y por eso te escribo esto.
No para endulzar las penas,
sino para recordarte —y recordarme—
que hay un amor que no se rinde.
Que en medio del ajetreo, del enojo y de las dudas,
mi certeza eres tú.
Aunque discutamos.
Aunque a veces duela.
Eres mi lugar.
Y eso… eso es lo que más amo.