Si miro al azar
tiendo a ver lo mismo,
una muesca en el tambor
de un revólver, una huella
a destiempo, que viene mal,
un algo que se me fijó
como mota de polvo volante
a un chambergo, un resfriado
mal curado, una lengua
que no llega a gustar, a dar
el placer que merece el resto
de un cuerpo de quien forma
parte y del que reniega.
Si miro al azar, y más
si es asomado a la ventana,
me arriesgo a que se me cruce
un vecino que grite, un perro
que ladre por ladrar, y celebro
que así suceda, que la vida sea
lo que debe ser, una obra de teatro
no escrita todavía aunque el plan
escenográfico exista como de antemano.
E incluso oso afirmar que si
huelo al azar, perro husmeando
una presa, olfateando por olfatear,
me pasa lo mismo, como si vida
y juego de cartas fueran las dos
monedas de una misma cara
y ambas, por hermanamiento,
hilvanaran en lo oscuro una trama,
un suceso cualquiera que al suceder
te acaba pareciendo único, como obra
y gracia de un dios que juega a los dados.
Miro al azar, por mirar...