Con cuidado, mira abajo el extraño,
olvida el fragor del zuro intrincado,
retiene los riegos que allanan su cráneo,
por campos de centeno en su arraso.
La lejanía que forjó sus marchas,
su semilla zagal de afranjada raíz
corta el pasto, aguarda su caos,
amarillo incendio impregna el escenario.
Teme, quiebra sus manos y pies descalzos,
derriten pieles, abonan tierras obtusas
el viraje le hostiga siempre, ocupa el campo.
Alza su cuello a lo alto de los humanos,
fusión del cielo e infierno, evento añoso
amalgama sagrada, libra el mal vivir.