liocardo

LA MAGIA DE TU CORAZÓN

 

 

 

 

Maharabilla: la magia de tu corazón.



(A mi amiguísima: Maharab

que no sólo me encanta con su dulce presencia,

sino que con sus letras hadadas

me inspira a decir cosas como éstas:)





Encomienda (a mi Musa: Vos)

 

Mirarte a lo lejos,

 luz de la aurora

y encandilarme en el fulgor de tu reflejo

mientras me alejo 

vuelto a mi sombra

para eludir la palabra que nombra

en versos a un profundo sentimiento

excomulgado que arrepentido y suplicante

postrado implora el perdón.



Invocación

Desnudar cada palabra letra a letra

besar cada verso  en su reverso

acariciar lentamente sus estrofas

que me desvele jadeante sus misterios

Y que impúdico me cuente  su secreto.




Encantamiento:

 

1

Descubrir tras una larga noche

que el oscuro sentimiento es fugaz quimera

al encontrarme de repente en la sorpresa 

de un alba incontenible, arrolladora

(luz de la aurora:

donde entra el condenado a su ejecución,

donde sale el enamorado de su ensoñación,

donde el delirante pierde el rumbo

pues le inyecta sobredosis de  cordura),

miro desde mi vértigo  tu altura

y a ese prometido suicidio libre salto

con la certeza absoluta de ser salvo

rescatado por tus redes tejidas con dulzura.

 

2

Una ilusión asoma tan discreta

en el marchito jardín de la poesía

que de pronto un caminante pierde el rumbo

y se encuentra en su extravío infecundo

cuando ciego no ignoró la maharabilla.

En su ilusión contagiosa —esa chiquilla,

concubina de los hados, hospedada de las Musas—

sin excusas

esparce al viento su aliento perfumado de primavera

y el gris invierno desespera

al ver perderse entre los fulgurantes rayos de esperanza

a un alma que en sumiso paso iba a su encuentro

y maldice —ese invierno, con férreo puño

crispado que apunta al cielo— ululante; en su desconsuelo:

adiós; te quise para un gélido letargo.

 

3

Y asoma el sol

sonrisas que ahuyentan las nostalgias

palabras que disuelven oxidadas corazas

y diluyen las rocas que atoran las arterias

para que la tinta fluya hacia un erial en barbecho

como  folio en blanco  que  impaciente anhela

añoradas  cosquillas de una pluma inquieta.

Y aprieta un deseo en el alma resuelta

de desdecirse de silencio impostado,

de vomitar reprimidos improperios:

de enamorar y, por qué no, de enamorarse

del amor que revolotea en sus sueños dormidos.

Halló rumbo el que era perdido.




Sortilegio

 

Donde me diste tu mano

al roce de las yemas de tu entrega,

allí, en las puertas del cielo,

me invitaste a transitar el paraíso.

Corazón esquivo e insumiso

promiscuo en sus mentiras de novela

se desvela por la fuerza que la ausencia

del calor humano era el secreto.

Y llegó sin anunciarse el noble arte

de las miradas que se reconocen puras

para sumarse en las alturas

donde se restan en el firme suelo.

Donde me diste tu mano

atrapándome en tu vuelo

allí, en el umbral de tu cielo

me invitaste a un olvido memorable.

 

                          ***

 

Epílogo:

 

Deja en cambio que te cuente

que el recuerdo trae los trinos de tu risa;

la melodía de tus alados versos.

Que no quiero olvidar aunque me duela,

que el vacío del olvido tañe a muerto.

Déjame entonces que te cuente

la maharabilla que me inspiras —en un cuento

de princesas y hadas, dragones y caballeros—:

envolverte en fantasías de embaucador trovero.

Y  llenemos de memoria los olvidos,

encarnicemos al tiempo.

Olvidemos al olvido abandonado en el trayecto.

Hagamos silenciosa crónica (callada como un beso)

del recuerdo de que fuimos

manos asidas etéreas como  viento...

 

***

Olvidemos al olvido:

recordemos.

 

 

 

                         😭😭😭