Me miras
y ya no soy doctora de heridas ajenas,
soy paciente que se cura con tu risa,
que se enferma con tu ternura.
Traigo jeringas de calma,
curitas para el alma,
pero tú te estrechas entre mis palmas
y me haces olvidar las salas.
Salas frías, blancas,
donde aprendí a no llorar,
a vendar sin temblar,
a sanar sin amar…
Pero contigo es distinto:
yo, dedicada a curar,
termino dedicada a cuidar
cada herida que existe en tu instinto.
Y no me importa la ciencia,
ni el juicio, ni la distancia,
si tú eres mi dolencia,
que venga la ambulancia.
Porque me miras
y todo protocolo se desarma,
todo deber se transforma
en un deseo con alma.