Me he encontrado atrapada.
Golpeo las paredes con palabras que no abren nada.
Intento huir, pero siempre hay una mano que cierra la puerta desde dentro.
Me alimentan, sí.
Pero no hay voz, no hay caricia,
solo el plato frío y el silencio.
Duermo desnuda,
en todas las esquinas heladas de la casa,
como un secreto al que nadie se atreve a nombrar.
Anhelo el cuerpo de otra cosa,
una presencia tibia, un alma que respire junto a la mía,
pero no encuentro a nadie.
Solo el eco de mis uñas
rasgando el aire.
Me miro en el espejo y no me reconozco.
Hay ojos, hay cuerpo,
pero no hay yo.
Y esta mañana lo supe:
no soy mujer, ni sombra,
soy una gata.
Una gata sin nombre,
sin dueño,
sin canto.