Hubo un tiempo en que tu aliento
era incendio sobre mi cuello,
y la noche se encendía
con el roce lento de tus dedos.
La piel, entonces, sabía hablar;
susurraba secretos al tacto,
y en cada caricia tuya
se deshacía el mundo despacio.
Éramos dos sombras ardiendo
entre sábanas sin promesas,
dejando huellas invisibles
que el olvido nunca despeja.
Ahora el calor es recuerdo,
una brasa quieta en el pecho,
y tus manos son cenizas
que aún tiemblan cuando las pienso.
Ya no estás, pero a veces vuelves
en el vapor tibio de un sueño,
y me rozas como antes,
con esa ternura de fuego lento.
Qué cruel la nostalgia del cuerpo,
cuando ha amado con toda su piel…
porque no hay llama más viva
que la que se apaga sin querer.
♡♡♡