Cuarenta y tantos años
que tuve la ventura
de ver brillar sus ojos
a la luz de la luna,
sintiendo de su boca
de besos fresca lluvia
y oliendo de su cuerpo
aromas de petunia;
mirando en las estrellas
el misterio que ocultan
pasiones que desbordan
en esos labios púrpuras
con mieles que nos brindan
esas damas impúdicas
que ofrecen con su estampa
las caricias desnudas
que llenan nuestras almas
con luces que perturban
y clavan en el pecho
esos fuegos que impulsan
a ser el fiel esclavo
de la pasión que exulta
y lleva hasta la gloria
de sus bondades púbicas.
Ahora que las miro
cual damas impolutas
no encuentro en sus miradas
aquella luz que alumbra
del delirio su senda
con la llama fecunda
que tiene el sortilegio
que tenían las musas
de hacer soñar las almas
de bardos que en su busca
tejieron regios versos
con magníficas músicas
que fueran del ensueño
las regias partituras
que dieron con sus notas
las horas epicúreas
que ahora se les pasan
apagadas y mustias
después que me brindaron
la copa de lujuria
que alimentara mi alma
inspirando mi pluma.
Autor: Aníbal Rodríguez