Las voces de lo que fuimos
cantan en símbolos.
Las manos dibujan
lo que los oídos áureos
escuchan en la noche de las eras.
Rompieron el cascarón,
y ascendieron…
Dos dragones se entrelazan,
fuego y agua en espiral,
una danza de alquimia,
un eclipse de Sol y Luna.
Como un rito antiguo,
algo en la sangre y el hueso se despierta:
una llave maestra.
El dragón de agua desciende la montaña,
serpentea por grietas y cuevas,
misterio líquido,
sabiduría que fluye.
El dragón de fuego alza el vuelo,
sopla soles y estrellas,
brasa que ilumina
el cielo olvidado.
Un pergamino se despliega
como un ADN
para despertar el fuego interno:
el aliento primero,
el tesoro escondido.
En cada escama,
un fragmento de frecuencia.
En cada vértebra,
un templo resonante.
Y tú, un arcoíris,
alineado con los chakras milenarios.
De espina dolorosa,
a pilar encendido,
en llama soberana.