Si un día el mundo se te cae encima
y sentís que no hay hombros suficientes,
no intentes sonreír por compromiso,
ni disimules las grietas.
Llorá si hace falta,
como quien riega la tierra
para que algo nuevo florezca.
Y mientras tanto, acordate:
de este lado hay alguien que cree en vos
sin condiciones ni horarios,
alguien que guarda tu nombre
como se guarda una canción
que cura sin saber por qué.
No estás sola.
Ni siquiera cuando el silencio lo grita.
Ni cuando vos misma lo dudás.
Porque hay días nublados, sí,
pero también hay abrazos
que aprenden a ser paraguas.