La ternura fluyendo en sus ojos
y el perdón descansando en su pecho;
hablo, miro y enjugo mi llanto
de rodillas, rogándole al cielo
que escuche mis loas
plegarias y rezos.
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El altar de María, con flores
y presentes cambiando de aspecto;
yo la observo y la trato cual niño
aunque el tiempo me trate de viejo;
mientras, Mayo canta
con más sentimiento.
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Donde esperan sumisas promesas,
las canciones golpean de lleno;
la pasión aparece y procura
renovar el cariño y respeto
a la santa Virgen
de los ojos tiernos.
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Poema: Ramón Bonachí.