Llegaste a mi camino como un suave susurro,
un sueño delicado que mi alma guardó;
una luz hermosa, un mágico conjuro,
que el destino mismo para mí creó.
Como un regalo del cielo, tu ser floreció,
entre nubes suaves mi senda te encontró,
y en ti hallé un ancla, segura y sin miedo,
el hogar que mi pecho por siempre buscó.
En tus ojos sentí que podía tocar el cielo,
una estrella fugaz que iluminó mi sendero;
tu brillo tan puro, como el rocío en el suelo,
una promesa escrita en mi corazón sincero.
La vida nos mece con su ritmo y su danza,
y en cada instante a tu lado encuentro esperanza.
Aprendí a quererte con calma y con paciencia,
con un amor sincero, lleno de confianza.
Así te fui amando, Dunia, mi ilusión,
un sueño que al fin se volvió realidad;
mi corazón es tuyo, sin ninguna condición,
desde el primer día que nos dio la amistad.
Más de treinta años he cuidado este amor,
profundo y noble, que nunca se apagó;
ni la distancia, ni el tiempo ni el dolor,
han podido romper lo que el alma unió.
Sé, Dunia, que el amor verdadero existe,
lo vivo contigo, sin nada que esconder;
con entrega sincera y respeto que insiste,
en construir juntos un mundo por querer.
Aquí estoy, mi refugio, mi gran libertad,
mi regalo más lindo que te quiero dar:
felicidad, comprensión y lealtad,
un amor que nunca dejará de brillar.
Que la paciencia sea el puente en nuestro andar,
y la dulzura la caricia que nos haga soñar.
En cada mujer, en cada niña, te veo brillar,
un canto a la vida que no deja de sonar.
Dunia, en cada corazón tu luz está viva,
mi deseo más fuerte, mi llama encendida;
nuestro amor crecerá, fuerte y sin medida,
un abrazo eterno que