La mar no se detiene
respira en los oleajes de promesa
su espuma me sostiene
su brisa me atraviesa
borra lo que fui con su canto y belleza.
No tengo más abrigo
que el pulso de su sal sobre mi frente
ni llevo más testigo
que el eco persistente
del alma que naufraga… y sigue ardiente.
Las olas son mi canto
mi huida, mi coraje y mi derrota
y el viento, su quebranto,
me ciñe como nota
que flota entre lo incierto y lo que brota.
Y al fondo de sus aguas
hallé lo que creí que había perdido:
la flor de mis enaguas
mi nombre redimido
y un verso que volvió… y era el olvido.