Cuando el viento guarda silencio, y las estrellas cierran su luz, mi corazón traza un sendero en la penumbra que no conduce.
Espero en la orilla del tiempo,
como río que abraza la piedra,
con el alma tejida de sueños que resisten la sombra primera.
Los días se visten de niebla, hojas quietas sin caer al suelo, pero mi voz, aunque tiembla, canta un verso que alcanza el cielo.
Hay vida en el peso del instante, en la espera que quema y no cede, como un roble que firme se plante aunque el invierno su fuerza le pide.
No soy eco de un eco perdido, ni raíz que la tierra olvida, soy un paso, un latir encendido:
Un caminante que abraza la vida.