Yo soy de un pueblo en alza, donde el alba
bien alumbra los tejados y las casas.
Soy de un vientre color esmeralda,
donde los suspiros y las palabras llevan su pizca de gracia.
Mis años no son prueba del tiempo inclemente,
sino de quien deja, cual viento, llevar su mente.
Era la tierra vida resumida en pasto, susurros
de historias, de años, y más años.
La tierra es hoy delirio de un hombre azul,
tintado por la crudeza, crujiente, color sepia.
Vengo de un misterio indescubrible, de un gran
latifundio que, a pesar de su silencio, tiene mucho que
decir.
Y ese pueblo en alza, del que tan bien hablo, de veras
existe... quizás, y solamente, si damos alas al pasado.