En la sombra quieta de un ayer sin nombre,
donde el alma vaga sin fe ni calor,
te busco, fantasma de un dulce pronombre,
¡mentira vestida de antiguo fervor!
Tiemblan las hojas de aquel calendario,
que el tiempo arrancó con cruel descuido,
y en cada página, un sueño temblorario
llora lo que fue, lo que no ha sido.
Fuiste promesa, jardín en aurora,
caricia en el aire, perfume fugaz;
mas bajo el susurro que al alma enamora,
crecías espina, dolor, antifaz.
Tu voz era canto, tu risa, clemencia,
y yo, pobre ingenuo de fe sin razón,
te creí destino, verdad, transparencia…
¡y eras el fraude de mi corazón!
Oh, cuántas veces, bajo luna helada,
desnudo el recuerdo volvió a sangrar,
y en mi pecho ardía la espina clavada
de haberte creído sin dudar.
¿Dónde se esconden los sueños vencidos?
¿A qué abismo va lo que nunca fue?
¿Quién recoge besos jamás compartidos
y nombres que el viento borra por desdén?
Hoy ya no imploro, no grito, no acuso,
tan solo respiro con leve piedad
la trágica estampa de aquel amor iluso
que en su propio eco murió de verdad.