En mi lucero del alba
dejó de cantar el gallo
el día que le cayó un rayo
a la ocasión en su calva.
Si me acusan mis rivales
por las veces que he pecado,
me escondo en las catedrales
acogiéndome a sagrado.
Por eso sigo en mis trece;
no pierdo oportunidad
de dar lo que se merece
a la cruda realidad.
Las verdades que persigo
se me escapan de los dedos:
a veces me dice digo,
y otras, me dicen Diego.
No consulto las encuestas,
nunca escribo por encargo,
no llevo medalla a cuestas
y no sé para qué valgo.
No me excitan los profetas,
no invierto el amor en bolsa,
no eyaculo en las probetas
ni doy perfil de babosa.
A nadie le rindo culto,
odio la palabra crimen,
en la cama soy un bulto...
la verdad no tiene himen.