Sentí la puerta,
abrirse, en la mañana,
entrando el sol.
Sus bellos rayos,
sin prisa, despertaron
a mis pupilas.
Y así, mis ojos,
se abrieron, parpadeando,
ante su luz.
Salió un suspiro,
y en él iba tu nombre
y mi sonrisa.
Estás muy lejos
y yo, bien lo sabía,
pero no importa.
Eso decían
mis labios, sonriendo,
desde mi casa.
En la distancia,
tú estabas en tu cama,
ajena a todo.
Tu linda cara,
dejaba una sonrisa
en la almohada.
Y musitabas
palabras inconexas
que yo ansiaba.
Pero mi nombre,
mezclado con \"te quieros\",
a mí llegaban.
¡Hermosos sueños
que nuestros corazones
hacían uno!
...Y nos amamos,
entonces como ahora,
en la distancia.
Rafael Sánchez Ortega ©
27/05/25