En el silencio que precede a la verdad,
una voz se alza, despojada de vanidad.
No busco aplausos, ni miradas que me sigan,
solo la esencia pura que mis versos persigan.
Con cada sílaba que el aire desdibuja,
un soplo de misterio mi alma dibuja.
No hay nombres, ni rostros, solo la emoción desnuda,
que en el eco del instante, mi sentir escuda.
Y así, sin más adorno que el propio resonar,
mis palabras se vierten, sin quererse explicar.
Porque a veces el alma, en su más hondo anhelo,
con esto dejo sin palabras, suspendido en el cielo.