De cuando estuve muerta…
Si me lo hubieran preguntado habría jurado que estaba viva, pero estaba muerta. La oscuridad se había apoderado de mí, ya no sentía ni padecía.
Mi preocupación más grande durante el día era sobrevivir, para que llegara la noche y poder dormir. Así, mientras dormía, se pasaban los minutos, las horas y la vida. A veces dormía, otras veces me hacía la dormida.
Y en los momentos lúcidos, que eran pocos, imaginaba una vida feliz. Una vida sin peso. Una vida ligera. Con luz, mucha luz. He soñado con luz durante mucho tiempo, una luz intensa que me daba paz. Que venía a decirme “todo está bien”. Pero al despertar todo era gris. Da igual adónde mirara, todo era tristeza y soledad.
Recuerdo quedarme afónica, sin poder decir palabra. Me pasaba cada tres meses. De repente me quedaba muda. Y es que, había tanto que gritar, que todo se hacía un nudo y se quedaba en mi garganta.
Durante mucho tiempo he pensado en que todo ha sido muy injusto. Pero ¿qué significa injusto exactamente? Quizás yo quería una vida que la otra persona no podía ni quería darme. Quizás había idolatrado demasiado a quién no lo merecía. Quizás me había acomodado a una vida que había dejado de ser ideal. Por eso creo que lo injusto la mayoría de las veces nace de lo que esperamos, pero no recibimos.
Y aquí estoy. He logrado dejar eso atrás. Lo gris ya no lo es tanto. A veces miro de frente y hay grises oscuros, otros más claros y hasta algún rayo que lo ilumina todo. Entonces es cuándo todo vuelve a tener color.
He dicho “a veces”. Otros días son simplemente grises, eso siempre me perseguirá.
Eugenia Bin.