CUESTIÓN DE COSTUMBRES
El sol anaranjado se escondía tras el mar en el horizonte bajo un cielo despejado de una tarde de otoño. Las aves marinas escarbaban la arena en busca de pequeños crustáceos mientras corrían y aleteaban entonando estridentes graznidos. Las olas sosegadas lamían suavemente la arena dejando una tenue línea de espuma blanca en la orilla.
Él la tomó de la mano y la miró a los ojos con ternura.
—Quisiera envolver tus mejillas entre mis manos, atraerte suavemente hasta mis labios y abarcarte en un beso húmedo y apasionado para sentir cómo te deshaces en mi boca tibia, dulce como un bombón relleno de caranelo.
Ella apoyó la cabeza sobre su hombro, exhaló un hondo suspiro y le susurró al oído:
—Cariño, deberías pasar menos tiempo en el Messenger.