No sabes cuánto te soñé,
cuánto te pedí, cuánto te desee.
Te adoré sin conocerte,
sin saber si algún día llegarías.
Eras un suspiro en mi mente,
una esperanza en mi corazón,
un presentimiento silente
de que tú serías mi bendición.
Cuando supe que ya existías,
no sabía cómo serías,
solo sabía que en mi vida
una luz encendida habría.
Y al nacer, tu llanto escuché,
aunque lejos, lo sentí en la piel.
Vi tu carita rosada,
tan bella, tan llena de miel.
Fuiste tal como te soñé,
mi corazón se estremeció,
mil latidos, mil emociones,
y el alma entera se me abrió.
Ha pasado ya el tiempo,
y en ti veo florecer
la fuerza, la inteligencia,
y una sonrisa de amanecer.
Eres mi orgullo más grande,
un caballero de luz y valor.
Te amo con todo mi ser,
mi sobrino, mi eterno amor.