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Una leyenda remota
de los tiempos de los persas,
sobre bella flor nos versa,
nacida de una derrota.
Se hizo en Turquía una clota
en túmulo muy sentido,
y en ella un tallo lucido
con una flor bien vestida,
por quién se quitó la vida
por amor no respondido,
pues la leyenda contaba
sobre un joven soberano,
enamorado y ufano,
que con tal amor soñaba.
Pero murió en su alcazaba
y en un último ademán,
se suicidó el buen sultán.
Su amada no le quería
y en su herida tan sombría,
nació un bello tulipán.
Y en el tiempo de sultanes
quedó pasión en memoria,
por leyenda o por historia,
crecieron los tulipanes.
En Mongolia, sus chamanes
siempre unían sangre a flor,
pues era el rojo el color
para sus rezos de honores,
donde honor eran las flores
y flores eran honor.
Sangre, pasion y belleza
en la flor de los amantes,
pero un arte de diamantes
que nació por la tristeza.
El tulit, su delicadeza,
pudo seguir esa senda
que se rige por la ofrenda
si una vida es un momento,
o quizás, el sentimiento
que quedó en una leyenda.
Dejó esa leyenda una huella..
En Anatolia un tumulto,
una piedra en el sepulto,
la media luna y la estrella.
Y escrita, frase muy bella:
Vive el tulipán, la flor,
vive en recuerdo de honor
de aquel que supo, de aquel.
Supo vivir siendo fiel,
supo morir por amor.
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Jhetsefany