I. La locura.
La noche cercena con la luna cual guadaña,
esta cabeza,
en la locura de mi incertidumbre.
Desde mis hombros cayó rodando la cordura,
y del pecho fluye el elíxir de la vida, vuelto miasma,
alquitrán de la desesperación por un engaño confabulado.
Nacido de la propia voluntad, se arrastra un cadáver
encadenado a cada paso, putrefacto hedor viviente.
Interludio: La esperanza y la sapiencia.
Pero la esperanza canta dórica, escúchala y toca su voz de seda,
transformando el eclipse en la vela más luminosa.
¡No has muerto todavía!
El tiempo sobrevive,
contigo, abrazado a su costado.
Sobre tus hombros descansa la cordura
y en tu pecho late el elíxir de la vida.
No puedes esconder tus pasos de ti mismo,
sin creer el engaño de tu propia voluntad.
Tropezar con el abismo no es un accidente.
Pues,
el abismo no se conforma con mirar, busca devorarte.
\"Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida.\"
II. Un enemigo externo
Continúa la malicia en su intriga,
un grifo gotea, desconsolador,
y el rostro se lava en la charca.
Aguados momentos se derriten,
curten la piel, como sábana, manchada,
de blancura rúnica ahora mancillada.
Al tiempo, la mueca de rostros infinitos,
colgados como cuadros alrededor,
entierran sus miradas lacerantes.
Las sombras se escurren por doquier;
abrazan todo con raíces y ramas yertas.
Algo se asoma, se puede divisar
desde su escondite:
un ala de murciélago,
una garra de cuervo.
¡Qué cosa...rayos!
Se acerca sigiloso por los suelos,
desde las tinieblas de afuera,
fusionándose a mi propia sombra en corrupción.
—¿No estoy solo?—
III. El Enemigo se manifiesta.
\"La masa de lo bestial cobra forma\"
deformando todo al alcance de mi mirada.
Se jacta en un arrullo al orgullo, soberbio,
como el rayo que condena en su trayecto lo que toca.
Acostumbrado a las palabras del espejo,
cuya sonrisa indiferente me negaba.
Midas trastoca en oro lo que palpa,
así el deseo se hace sentir inclemente,
lo que anhela lo consume y lo corrompe;
como Caín que fue atacado y dominado
por la fuerza del pecado, y el que tienta.
Algo ajeno llama desde afuera,
un eco responde desde adentro,
¡La copa ya ha sido bebida hasta la hez!
la conciencia se rinde al vértigo,
el terreno del maligno y su cosecha.
IV. El mal es desenmascarado/una promesa de redención
Al mal he reconocido,
en la tela que separa mis átomos;
de sus átomos.
Voces milenarias tratan de romper el velo,
el hálito de la vida resuena en sus lenguas.
Con ojos de carne se ve lo que la carne mira,
la mirada del espíritu vislumbra quien se esconde,
y el alma se desliza en las aguas del abismo,
tan espesas como muros etéreos.
Mira al firmamento aunque llueva
bajo la tormenta y la rebelión del cielo;
verás tu faz atada con cadenas,
la malevolencia,
fruto maldito, coronado,
como el sol en cielos de paja.
Tú eres el autor de tus propias penas,
en un campo floreado de escolopendras.
Duele por vez primera, ver que se ha nacido,
enfermo de crueldad, amargura cósmica,
cada uno de mis días, una maldición sin cesar.
Se levantó una puerta con mis tejidos, un umbral,
donde entra cuando quiere mi pecado,
pues astuto el caído, y la concupiscencia me conocen,
no puedo escapar de esta bóveda ancestral.
-Escucha el llamado, no estás muerto.
Y heme aquí: yo he pagado tu deuda.
Tu libertad corrió desde sus venas,
ríos de sangre, que por su herida,
sanó toda herida de quien en Él crea.
Sobre Él cayó el tormento de tu maldad,
La hizo suya solamente; libre del costo eres.
¡Nada debes ya!
Tu esclavitud es una consecuencia,
la libertad, misericordia.
No te pertenece a ti escapar
por fuerza propia,
cuando abyecto te postras a los escorpiones.
La gracia resucitada en Cristo
es una llave que requiere aceptarse como obsequio,
con la fe de nuestros labios
y corazones.
Final: La elección causal
He sido esclavo, lo reconozco,
y no sería acaso
hacer mía su invitación:
ser preso de otro Amo.
-Muerte a ti mismo, es necesario,
renacer en nueva vida es la promesa.
Aun a la libertad se le tiene por amo;
heme aquí: otro serás, nuevo y mejor,
porque lo roto es sabio dejar atrás,
cambiándolo por algo renovado del todo.
Heme aquí: YO SOY, la Verdad;
del otro lado, junto a mí,
está tu libertad.
Ahora han llovido las semillas de sus palabras,
rociadas fueron por amor sobre mi razón.
La elección reposa en mi alma,
el mal intenta apartarla del corazón.
La elección correcta...
o la última traición:
mi decisión.
¿He aceptado verme? ¿Me arrepiento?
El abismo del Devorador
ronda acechante sin descanso.
31 Jesús le dijo a la gente que creyó en él:
—Ustedes son verdaderamente mis discípulos si se mantienen fieles a mis enseñanzas; 32 y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.
Santiago 1:14-15 14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. 15 Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.